4 razones para entender el papel de la microbiología en la agricultura actual

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La microbiología nos brinda soluciones para proteger la naturaleza usando lo que ella misma nos proporciona. De ahí su papel en la agricultura. Por eso el equipo de biotecnología de MAFA incorpora desde hace años a profesionales de la microbiología que estudian los microorganismos presentes en los ecosistemas del entorno agrícola para aprovechar el enorme valor agronómico que pueden tener para los cultivos.

Usar los beneficios de esos microorganismos no sólo nos permite mejorar el rendimiento vegetal sino que obtenemos muchas más ventajas a corto, medio y largo plazo, como contribuir a restaurar las características del ecosistema y proteger el medio ambiente. Por eso la microbiología tiene un importante papel que cumplir en la agricultura actual y, por extensión, en la agricultura de los próximos años.

Son muchas las razones para entender el papel de la microbiología en la agricultura actual, pero nosotros nos vamos a centrar en 4.

La microbiología es la ciencia que se encarga de estudiar los microorganismos, como bacterias, hongos, protistas y parásitos y otros agentes como virus, viroides y priones. Al conocer cómo interactúan estos microorganismos con el entorno, podemos conocer mejor qué funciones cumplen en cada ecosistema y qué tipo de relaciones hay entre ellos y con los demás organismos con los que interactúan.

Los microorganismos son el mejor indicador de la salud del suelo agrícola

Los microorganismos cumplen un papel primordial en los agroecosistemas, puesto que son un potente mecanismo de protección frente a organismos fitopatógenos y, además, intervienen en funciones como el propio desarrollo radicular y vegetal.

Ese papel ha sido especialmente evidente en las últimas décadas, en la medida en que ciertas prácticas agrícolas y el uso de fitosanitarios químicos han perjudicado la microbiota del suelo que, no nos olvidemos, es importantísima en el desarrollo de los cultivos.

Y es que los microorganismos son capaces de, a partir de materia orgánica, crear humus.  ¿En qué se traduce eso? En un medio favorable para el crecimiento, enraizamiento y engrosamiento de las raíces, así como para la formación de una microflora que protege a los cultivos de plagas y enfermedades. En ello trabaja la microbiología agrícola.

Conocer la biodiversidad microbiana nos permite aprovecharla

Aplicar la microbiología a la agricultura nos ayuda a conocer mejor el comportamiento de ciertos microorganismos beneficiosos que, por ejemplo, son capaces de inhibir el crecimiento de otros microorganismos patógenos en las plantas o actúan como PGPR (Plant Growth-Promoting Rhizobacteria), es decir, promotores del crecimiento vegetal (sobre todo, los hongos micorrícicos y bacterias).

De esta forma aprovechamos estos minúsculos seres vivos que, en la medida en que sostienen la agrobiodiversidad, están solucionando algunos de los problemas habitualmente ligados a la agricultura convencional. En cierto modo aplicar la microbiología a la agricultura está contribuyendo a un equilibrio más que necesario en la conservación de recursos que, de no cuidarse, no permitirán una agricultura sostenible.

La microbiología ofrece soluciones naturales y promueve una agricultura sostenible

La microbiología nos permite estudiar el microbioma para evaluar cualitativamente y cuantitativamente la fauna microbiana presente en los suelos. Y, en este sentido, sirve para potenciar aquellos microorganismos beneficiosos que contribuyen a evitar el uso de productos agroquímicos y reducir el impacto en el suelo que, como ya hemos comentado en innumerables ocasiones, es imprescindible para la vida vegetal.

Permite recuperar suelos degradados y una biodiversidad compatible con la agricultura

La sostenibilidad agrícola ha cobrado especial interés en los últimos años porque mejora el balance ecológico y agroecológico y, en definitiva, nos beneficia a todos. Pero para ello es primordial un adecuado conocimiento de los ecosistemas del entorno agrícola, algo de lo que se ocupa la microbiología, en la medida en que  gran parte de la productividad de los cultivos está determinada por la fertilidad del suelo. Esa fertilidad se evalúa teniendo en cuenta sus características físicas (densidad, estructura, porosidad, etc.), químicas (actividad de las arcillas, materia orgánica, etc.) y biológicas (microorganismos que conforman su microflora y microfauna).
Porque la interacción de estas tres características afecta decisivamente a la disponibilidad de nutrientes para las plantas. De hecho, la actividad microbiana del suelo actúa como elemento de regulación que facilita los nutrientes a los agroecosistemas sostenibles. Y puede, de hecho, ayudar a recuperar suelos ‘enfermos’ para que puedan tener un uso agrícola.

Es decir, usar los microorganismos que conviven en el suelo con la planta en su propio beneficio determina que el agroecosistema se autorregule y que requiera cada vez menos de productos agroquímicos, sin duda uno de los objetivos de la agricultura actual y una exigencia para la agricultura futura.

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